La nueva normalidad y el optimismo tóxico
La nueva normalidad, esa combinación de lo que solía ser, lo que es y lo que no sabemos qué será, aderezada con un bombardeo de mensajes que instigan a mantenernos permanentemente optimistas, negando que la incertidumbre forma parte de la vida y minimizando la gran variedad de emociones a las que esta época de pandemia nos expone.
De acuerdo con los expertos en salud mental, esta tendencia al optimismo exacerbado podría estar afectándonos mucho e, incluso, resultar tan dañina como mantener una conducta permanentemente negativa hacia la vida y sus constantes desafíos. Por ello, es importante revisar si como líderes fomentamos la positividad tóxica, entendida como el impulso de una actitud de felicidad forzada y una forma radical de etiquetar emociones y sentimientos como buenos o malos.
Por supuesto, iniciar todas las reuniones con una larga lista de hechos negativos no es recomendable, como tampoco lo es destacar que el sol brilla, estamos vivos, la empresa batalla pero sigue adelante y tenemos trabajo.
Pero, ¿cómo saber si somos un líder que fomenta la positividad tóxica? Una buena pista es, observar si cada vez que alguien nos comparte una vivencia fuerte en forma inmediata necesitamos hacerle ver lo que puede ser rescatado, iniciando nuestra oración con una expresión como “cuando menos…”, o después de haberle escuchado concluir que “todo va a estar bien…” o que “las cosas pasan por algo…”.
Si bien nuestras intenciones pueden ser buenas, lo que en realidad estamos propiciando es que los otros escondan lo que sienten al sentirse etiquetados por experimentar emociones negativas. Lo importante es recordar que las emociones son nuestra brújula interna y nos permiten darle significado al mundo y encontrar una forma para sanarnos y seguir adelante. El miedo, la rabia, la frustración, el dolor y la tristeza, tan frecuentes en esta época de pandemia, son tan naturales como la alegría y el amor.
Al invalidar o minimizar las emociones negativas, en vez de construir una red de apoyo interrumpimos la comunicación y la solidaridad, además de que a nivel empresarial, de acuerdo con Amy Morin, psicoterapeuta y autora de bestsellers internacionales, la positividad tóxica: reduce la motivación, fomenta el exceso de confianza y, por lo tanto, se desvirtúa la percepción de la realidad, lo que puede hacer que se pase por alto riesgos reales, adicionalmente, la represión de estas emociones se puede provocar depresión.
Si bien es cierto que algunas personas son naturalmente optimistas, aceptar la gran variedad de emociones que los seres humanos tenemos es bueno para la salud mental individual y organizacional. Por ello, ser respetuoso a los sentimientos que están presentando nuestros compañeros y colegas, actuar con compasión reconociendo sus sentimientos y preguntar qué podemos hacer para ayudar, es la mejor forma para evitar la positividad tóxica y fomentar la salud emocional.
Por Mónica Uribe