Las redes sociales después de Trump
Los medios de comunicación han hablado siempre de la imparcialidad de la noticia, sin embargo, han tenido, desde sus inicios, una línea editorial que los distingue por su selección de notas o reportajes, la prioridad que le dan a la información, así como por su equipo editorial y columnistas, aunque estos sean responsables de sus contenidos.
En contraste, en esta época digital las redes sociales se habían mantenido, hasta ahora, firmes en que no son un medio de comunicación, sino un canal, a través del cual todos nosotros –los usuarios–, emitimos contenido del cual somos responsables en lo individual.
¿Cómo cambió está realidad con la era Trump? A continuación expongo algunas ideas:
La máxima de las redes sociales ha sido crear un espacio donde las personas puedan expresarse y dar a conocer su opinión. Cada red social cuenta con reglas claras de autoregulación y deontología, especialmente en lo que se refiere a la no incitación de la violencia, la no discriminación y la libertad de expresión. Sin embargo, como Facebook, señala en sus normas comunitarias, están “interesados en que las personas puedan hablar abiertamente sobre los temas que les importan, incluso si otros no están de acuerdo o los consideran objetables”, por lo que “en algunos casos, permitimos contenido para la concientización pública que, de otro modo, incumpliría las normas”. En pocas palabras, deciden qué puede publicarse o no en forma subjetiva de acuerdo con sus criterios de línea editorial.
Como sociedad, vivimos con gran ilusión hace una década cuando las redes sociales fueron el catalizador de la primavera árabe, manifestaciones populares que clamaban cambios políticos en países del Medio Oriente en busca de democracia. Las redes sociales se erigieron entonces como una alternativa para que las personas comunes y corrientes tuviéramos una voz.
Sin embargo, este poder conferido a los usuarios puede ser peligroso, pues puede ser utilizado para asociaciones delictuosas, terrorismo, favorecer la discriminación, entre muchas otras posibilidades. Es así que, con el paso de los años, las redes sociales han tenido que ir ampliando sus reglas y ejerciendo su línea editorial para permitir o no la publicación de cierto tipo de contenido. Asimismo, abrieron alternativas de denuncia para que cualquier usuario pueda señalar qué contenidos le resultan inapropiados, herramientas que debo decir, por experiencia, no son muy efectivas pues tardan en procesarse.
Todo esto nos lleva a Trump, quien utilizó las redes sociales para dar a conocer decisiones y estrategias de gobierno, terminar la relación con algunos de sus colaboradores, ejercer la política internacional del país y generar polémica. Las redes, especialmente Twitter, dejaron pasar por años sus abusos pues ponía a la propia red social en el centro de la información mundial, hasta que en los últimos meses, justo al final de su mandato, decidieron poner límites, primero, al incluirlo en la política de verificación de información y más adelante cuando suspendieron su cuenta, inicialmente en forma temporal y luego permanentemente.
Aunque en este caso en particular nos parezca apropiada la decisión de Twitter y de Facebook, pues Trump había rebasado todos los límites e incitó un acto violento contra el Capitolio de los Estados Unidos, establece un precedente que no podremos dejar atrás. ¿Serán las redes sociales las que determinen qué movimientos sociales son justos y cuáles no? ¿Cuál es la línea que divide la convocatoria pacífica de movimientos sociales de una que se torna violenta? ¿Deberemos ser corresponsables como usuarios al crecimiento de redes sociales alternativas para evitar la concentración del poder en unas cuántas? Sin duda, seguiremos viendo más sobre este tema.
Por Ma. Fernanda Ortiz